Prestación de servicios de manera presencial, remota e híbrida
Cuando comenzó la pandemia por covid-19 se plantearon muchos desafíos, entre ellos se produjeron o aceleraron grandes cambios en el mundo del trabajo. La urgencia determinó la necesidad de que un gran número de personas pasaron a prestar servicios bajo la modalidad remota o virtual.
En una primera instancia – todos y cada uno de nosotros – hicimos lo que pudimos. Nos “adaptamos” como pudimos a las nuevas circunstancias. Existía mucho temor, resistencia al cambio, y emociones de todo tipo. Al igual que las personas, las empresas reaccionaron de diferentes maneras: algunas quedaron paralizadas, otras con mucho malestar, algunas actividades fueron beneficiadas por la coyuntura y otras sufrieron complicaciones y pérdidas de todo tipo, algunas reaccionaron rápidamente y procedieron a reinventarse – o ya lo venían haciendo – y las empresas del sector TIC tuvieron cierta ventaja al contar con la estructura y flexibilidad para adaptarse a las circunstancias (sistemas informáticos, acceso remoto, experiencia en teletrabajo, comunicación fluida, mayor flexibilidad, deslocalización, etc) y transitaron los cambios con mayor fluidez.
Concluida la etapa más crítica de la pandemia y con el levantamiento de sus restricciones, las empresas volvieron a retomar sus actividades de manera presencial y comenzó a plantearse el dilema de la presencialidad o posibilidad de trabajo virtual y las bonanzas o complicaciones de cada uno de ellos.
Los datos arrojan que solo puede realizar trabajo remoto sin pérdida de productividad alrededor de un 20 al 25 % de la fuerza laboral en las economías avanzadas. Podrían trabajar desde casa entre tres y cinco días a la semana en esos casos (conf. Mc KENSEY “El futuro del trabajo después del Covid 19”).
Esto implica una importante aceleración del trabajo remoto post pandemia (entre 4 o 5 veces más que lo que se daba con anterioridad) e importa muchos cambios (nómades digitales, mudanzas de las grandes ciudades a ámbitos más tranquilos, pueblos pequeños y suburbios y de menor coste en vivienda, reducción de oficinas y espacios de trabajo más flexibles, menos viajes de negocios innecesarios, menos demanda de transporte y otros servicios hacia o en los centros de las grandes ciudades, auge del comercio electrónico, etc).
A su vez se produce la transformación de los puestos de trabajo acompañada de una necesidad de capacitación y adaptación para transitar el proceso hacia la empleabilidad y para afrontar la transformación digital.
Es así como algunas empresas continuarán desarrollando su trabajo – o parte del mismo – bajo modalidad remota. Aquello que existía desde hace años, que arrancó como un beneficio en el mundo de las empresas TIC, se transformó en moneda corriente, acelerado por la pandemia y actualmente se practica con habitualidad.
Lo que comenzó a suceder es lo que hoy llamamos el trabajo bajo modalidad híbrida o mixta, siendo una opción bien vista- tanto por algunas empresas como por los trabajadores y colaboradores –consistente en combinar trabajo presencial y remoto que sortea algunas dificultades de la virtualidad.
Este esquema se terminaría por imponer debido a los beneficios que importa para ambas partes de la relación. De esta manera el trabajo presencial pasaría a ser prestado en la medida de las necesidades de la empresa para cuando así se lo requiera por razones, funcionales u organizativas.
Estos esquemas de trabajo híbridos tienen en cuenta las demandas de los nuevos talentos más disruptivos y con otro poder de negociación a la hora de pactar condiciones de trabajo que desean conciliar o compatibilizar su vida privada con la laboral.
Esta dinámica laboral importa – más allá de las formas y del diseño de la jornada según objetivos de la empresa – una verdadera transformación cultural y un gran desafío para todos.
Importa en sí la necesidad de coordinar o sincronizar tareas remotas y presenciales desde distintas localizaciones, la necesidad de generar una sinergia entre los canales de comunicación sin perder conexión humana y cuidando y priorizando también el bienestar de las personas.
Muchos colaboradores transitaron tanto durante y después de la pandemia síntomas de ansiedad y agotamiento. Hasta incluso,se llegó a mencionar una nueva pandemia relacionada a la salud mental.
Esto implica mayores niveles de insatisfacción y malestar para las personas y redunda en la imposibilidad de sostener la productividad deseada para las empresas o dificultades para cumplir con sus objetivos.
Si pensamos en una conclusión podemos decir que entendemos que no se trata de optar por una u otra opción como esquema laboral. Cada empresa adoptará el sistema de trabajo que mejores resultados le proporcione, de acuerdo a sus objetivos y necesidades.
Lo que no puede perderse de vista es la necesidad de flexibilidad. Adaptarnos a esta nueva realidad y contexto que nos toca transitar rediseñando las políticas internas de las empresas es necesario. Algunas actividades seguirán – por razones obvias – siendo presenciales, otras remotas y en otras se podrá conciliar ambas formas de manera beneficiosa para ambas partes de la relación laboral con la flexibilidad necesaria consensuada.
Asimismo, resulta vital para las organizaciones la comunicación clara necesariamente acompañada de una escucha activa de sus colaboradores.
Por último, o que esta experiencia nos otorga es una nueva oportunidad de revisar nuestro sistema de creencias y de buscar en definitiva, generar relaciones más sanas donde se priorice la confianza, la buena comunicación, una mayor autonomía y la buena fe de ambas partes, siempre teniendo a las personas en el centro y aprendiendo para intentar no repetir errores, compatibilizando los objetivos de las organizaciones con el bienestar y calidad de vida de las personas que las conforman.